Tú eras agua, de un verano en Lanzarote; y yo la negra arena de sus playas pegada a tus pies.
Tú eras fuego, de una diminuta cabaña en medio del bosque; y yo tronco convertido en ceniza deseando camuflarme entre tu ropa.
Tú eras aire, de perfume sensualmente caro; y yo nuda piel dispuesta a embriagarse de tu olor.
Tú eras tierra, de un prado que nunca nadie había pisado; y yo era lluvia que caía cuidadosamente para calmar tu sed.
Tú eras agua, fuego, aire y tierra; y yo…
Yo todo lo que tú quisieras.
A. Fradera

Deja una respuesta